En el exilio de las arrugas,
en el apuro de una marcha de desencuentros;
hay secretos en la calzada;
hoy, en el camino que gasta mis pasos,
nadie me ha oído venir.
En cada centímetro de los días pasados,
me paré convertido en un umbrío desembarcadero.
En la danza de los padrenuestros,
en el adiós de un Dios resentido,
me iré, con ambas manos.
Y entre tu por qué,
me voy quedando inválido de soplo;
y vuelvo, merendero quemado, a recobrar el
tiempo desheredado de mi madre…