Y te vi volar infinito, en cuadros colgados,
y te vi partir en mi soplo metafísico;
muy adentro, gritaron calladas voces, sedientas,
del vano licor añejo, de tus matices gitanos;
y nacieron lloviendo los febreros en mis ojos insulares.
Guardando en mañanas presentes;
tanteo esa tu sonrisa fletada;
como si también fuera yo tu parte incolora;
resonando aquello que no trasciende.
Turbia es la justicia, no respira.
En esa manera de transitar, no pude ser demencia;
tantos frenesís postizos,
tantos años acuchillados,
sin verte, aun los cielos se visten de fuego, cuando dices Daniel.